top of page

Primer día en obra

  • Foto del escritor: zhavaestudio
    zhavaestudio
  • 30 jun
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 jul


Lo que no te enseñan en la facultad


Ser mujer en obra no es algo que te enseñan en la facultad. Una puede saber leer planos, calcular estructuras, elegir materiales… pero nadie te prepara para las miradas que dudan, las interrupciones en reuniones o ese silencio incómodo cuando das una indicación clara y precisa.

Con el tiempo, aprendí que ser arquitecta no es solo diseñar espacios. También es aprender a hacer lugar con la voz, a construir autoridad sin perder sensibilidad, y a liderar desde lo propio, no desde lo impuesto.

La primera vez

La primera vez que entré a una obra me sentí tan incómoda como nunca antes. Tuve la mala suerte —o la buena, quién sabe— de comenzar como jefa de obra en una constructora. Ese era el título que figuraba en el aviso, aunque en la práctica era una simple sobrestante. O como creían los obreros: la buchona de obra.

Cuando fui a visitar las obras que me tocaban, mi jefe tuvo la delicadeza —aunque fue la única vez— de presentarme como la arquitecta a cargo. Si mal no recuerdo, esas visitas con presentación incluida habrán durado tres horas como mucho. Después de eso, su único comentario fue:

“Ahora andá y mirá qué hacen.”

Imagínate: una chica de 26 años, sin información, sin respaldo, entrando sola a un edificio en construcción. Treinta obreros me miraban con cara de:

“Esta no sabe una mierda”, “Me la quiero coger.”

Perdón si a alguien le incomoda cómo lo digo, pero eso fue lo que sentí ese primer día. Y nadie me pidió perdón por ese momento incómodo. Ni por no acompañarme hasta que me sintiera segura. Aprender sola, desde abajo.

En la mayoría de los trabajos de oficina, al menos hay alguien que te guía en los primeros días, que te da una mano cuando surgen dudas o te pasa un paso a paso de las tareas.

Yo no contaba con esa suerte. Tuve que aprender sola, mientras del otro lado tenía a un tipo que me miraba con cara de:

“Esta piba está completamente perdida.”

Ser mujer en obra no fue tarea fácil —y eso que yo tengo carácter, tengo autoridad—, pero fue ahí donde aprendí a ser líder. Y no porque tuve grandes referentes. Aprendí a liderar porque era la única forma en que iban a respetarme.

Ganarse el respeto

Tuve que demostrar que no era una buchona. Que estaba de su lado. Que mi trabajo no era vigilarlos, sino ayudarlos a que no se comieran una cagada a pedos.

Con el tiempo, entendieron que no era su enemiga. Y empecé a ser su aliada. Era la que ponía la cara cuando un vecino se quejaba, la que intervenía si alguien se robaba algo en obra, la que calmaba las aguas cuando el caos estaba en la puerta.

La forma de liderar

Si me preguntan exactamente cómo lo hice… no lo sé y por si no lo notaron: no voy a mentirles. Lo que sí sé, es que aprendí a escuchar, a leer los movimientos, los gestos. Con el tiempo, ellos confiaron en mí y en mi forma de trabajar.

Porque nadie duda de los conocimientos que te da la facultad, pero la forma de expresarlos, de hacerte entender, de lograr que los obreros comprendan lo que estás diciendo… esa es una materia que no te enseñan.

La confianza

Y en esa obra encontré un aliado. Muchos pensarán que fue el capataz o el contratista, pero no. Ellos fueron los que más me costó. Mi aliado fue un plomero. El primer día, le confesé que no sabía cómo acercarme, y le pregunté si podía ayudarme. Hicimos un trato: él me enseñaba lo que pasaba en la obra, y yo lo ayudaba a encontrar alguna pieza que se le había “perdido por casualidad”.

Lidiar con gente en obra me enseñó a conocerme a mí misma, a luchar contra mis propios demonios, a mantener la calma, a ganar confianza. Y aunque muchos no lo crean, encontré más empatía y sinceridad en los trabajadores de obra que en los jefes que se creen dueños de tu tiempo por pagarte un sueldo.


Para cerrar este capítulo, te dejo una pregunta:¿Qué estilo propio fuiste encontrando trabajando en obra?

En mi caso, ser una líder positiva. No imponer, sino asesorar. Escuchar. Tener en cuenta las ideas y opiniones de quienes trabajan cada día en un rubro específico. Porque ser arquitecto o ingeniero no te da la garantía de saberlo todo, ni de saber más que todos. Ser yo misma, sin pretender saber más que nadie, fue lo que me abrió paso en la obra.

 
 
 

Comentarios


bottom of page